La universidad pública, lugar donde se labra el porvenir de un país: Eloy Méndez Sainz

Historias de vida

Lunes, Agosto 13, 2018

Algunas de sus investigaciones arrojan soluciones a problemas arquitectónicos y urbanos del país

Eloy Méndez Sainz, doctor en Urbanismo por la UNAM, es investigador del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego” de la BUAP. Durante más de tres décadas ha acumulado 38 reconocimientos y distinciones, entre estos, el premio “Francisco de la Maza”, del Conaculta-INAH, dos veces otorgado: a mejor investigación y mejor obra, en el área de Conservación del Patrimonio Arquitectónico y Urbanístico, en 2005 y 2000, respectivamente. Es autor de más de 25 libros bajo el sello de editoriales de prestigio académico, arriba de 50 artículos en revistas especializadas y cerca de 70 capítulos de libros.

El estudio del patrimonio y el turismo, desde la perspectiva del imaginario de la ciudad, es la línea de investigación que actualmente cultiva el académico de origen sonorense, nivel III del SNI. Este campo de estudio está reflejado en la línea terminal Patrimonio y Turismo, del Doctorado en Estudios Socioterritoriales y la Maestría en Territorio, Patrimonio y Turismo. Asimismo, en el proyecto que desarrolla desde hace ocho años sobre pueblos mágicos.

Sus libros más recientes: El imaginario de la ciudad y Narrar la ciudad. En ambos presenta una propuesta metodológica y teórica de cómo abordar el turismo urbano desde el imaginario de la ciudad.

La universidad pública, lugar donde se labra el porvenir de un país

La universidad pública no solo es el claustro del conocimiento; es, también, el lugar desde donde se labran porvenires. Así la evoca Eloy Méndez Sainz, investigador del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego”, de la BUAP, doctor en Urbanismo por la UNAM, quien afirma que un proyecto de investigación es también un proyecto de vida y por ello este recinto es parte de la vida de sus académicos.

“La universidad pública es la casa del conocimiento, de la formación, donde se labran porvenires individuales y sociales. El país depende cada vez más del conocimiento y por ello la universidad pública tiene en sus manos el porvenir: allí están los grandes investigadores y los mejores proyectos para labrar el futuro”.

Originario de Caborca, Sonora, cerca de la frontera con Estados Unidos, en su trayectoria académica Eloy Méndez ha acumulado 38 reconocimientos, premios y distinciones, entre estos, los más preciados para él: las medallas de plata Gabino Barreda de la UNAM, a la mejor tesis de maestría, en 1986 –La conformación de la ciudad de Puebla-, y a la mejor tesis de doctorado, en 1988 –El proyecto novohispano de ciudad. Ambas fueron publicadas en formato de libro, la primera por la UAP y la segunda una coedición UNAM-UAP.

“Son los primeros reconocimientos, por lo que para mí fueron importantes en su momento, aunque ya después…son historia” -ríe, sin estruendo, porque su risa es similar a su voz, queda, pausada.

Al Sistema Nacional de Investigadores (SNI) ingresó en 1988, en el nivel I, y 15 años más tarde alcanzó el III, el más alto de este padrón del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología.

-¿Qué significa para usted llegar a este nivel?

-Uno dice, ‘qué bien, qué buena onda, qué bonito, qué orgullo tenerlo’, pero por lo mismo es una responsabilidad, se espera que uno hable como SNI III, que imparta una buena cátedra, un buen curso, una buena asesoría, que dé una opinión interesante, creativa…Es una responsabilidad, pues se trata de una trayectoria que uno fue construyendo y por la cual debe responder: hay que producir más y mejor, no quedarse en su lecho de rosas: ‘ya la armé, ya la hice y ahora a vivir de la renta’. No. Un proyecto de investigación es un proyecto de vida.

La ciudad y los imaginarios urbanos

Eloy Méndez es autor de alrededor de 25 libros bajo el sello de editoriales de prestigio académico, más de 50 artículos en revistas especializadas y arriba de 70 capítulos de libros. Asimismo, ha dirigido alrededor de 50 tesis de licenciatura, maestría y doctorado. Está adscrito al Cuerpo Académico (consolidado) Conservación del Patrimonio Cultural, del ICSyH.

El rescate del imaginario urbano, el turismo y los pueblos mágicos, por ejemplo de Puebla, la metrópoli por antonomasia del Barroco en Latinoamérica, son las investigaciones del sonorense, a través de las cuales registra la cotidianidad de sus ciudadanos y barrios, el turista y las representaciones simbólicas. Así también, el crecimiento de la ciudad y las estrategias de intervención de sus gobiernos.

“El ciudadano tiene sus propios lugares, sus propios rincones, sus propias vivencias y experiencias y eso es lo que nos interesa descubrir. Él nos pone en contacto y nos sensibiliza y nos dice qué significa. El lugar se representa en términos de la historia oficial, pero lo que significa para el ciudadano no está en esos archivos y eso es lo que registramos”.

Para el académico, que se ha desempeñado en otras instituciones de educación superior, como la Universidad de Guadalajara, la Universidad de Sonora, la Autónoma de Sinaloa o el Tecnológico de Monterrey, entre otras, “la ciudad podrá modificarse por sismos, cambios en el uso de suelo…pero ¿hasta qué punto el imaginario urbano se modifica o mantiene una riqueza urbana inagotable, nunca descifrada del todo? Vamos por ese rescate”.

Un pueblo mágico, dice, adquiere nuevas dimensiones al ser nombrado como tal, a partir de allí empieza la construcción de representaciones del imaginario que le subyace y remonta lo explícito; un inmueble adquiere un matiz diferente, ocurren políticas de intervención.

Estas investigaciones han rendido frutos y sus libros dan cuenta de ello. La conformación de la ciudad de Puebla (1987), y Urbanismo y morfología de las ciudades novohispanas. El diseño de Puebla (1988), son los que le han brindado más satisfacciones. “Con su publicación consolidé la formación académica y mi carta de presentación apareció en formato de libro”, confiesa. Después de estos, dice, vino una serie de proyectos.

Los textos más recientes son El imaginario de la ciudad, publicado por la Universidad de Guadalajara, en 2016, y Narrar la ciudad, una coedición de la BUAP y Editorial Lirio de 2017. Además de los libros de su autoría, ha participado en una docena de volúmenes colectivos, con cuerpos académicos y colegas, que promueven los temas de los pueblos mágicos, el turismo y en general la arquitectura y el urbanismo.

La arquitectura, donde confluyen las ciencias exactas y el arte

Durante sus años de infancia siguió de cerca la construcción de su casa: “Vi cómo se hacían los adobes, cómo se procesan los corazones secos de los pitayos y sahuaros, enseguida puestos sobre vigas de pino para sostener la cubierta de tierra en los techos”. Este hecho incidió en su decisión de convertirse en arquitecto.

No obstante, más allá del micro espacio, el interés de Eloy Méndez se centra en la arquitectura como disciplina e instrumento para construir ciudades, una dimensión en la cual confluyen las ciencias exactas y el arte. Con este enfoque ha desarrollado investigaciones no solo para aportar conocimiento, sino también soluciones a problemas arquitectónicos y urbanos del país. Varias de sus investigaciones han sido acreedoras de menciones honoríficas en diversas bienales, en México y el exterior.

El Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia, le otorgó el premio “Francisco de la Maza”, a la mejor investigación, por el libro Arquitectura Nacionalista. El proyecto de la Revolución Mexicana en el Noroeste.   

En su natal Caborca, tierra de viñas, nogales, espárragos, palmeras datileras y olivos, recuerda episodios felices, muchos –dice sin perder la sobriedad- “como cuando jugaba béisbol con un palo de mezquite”.

Además de observar los corazones secos de los pitayos transformarse, en esa tierra donde el deporte por antonomasia es el béisbol, “todos queríamos ser beisbolistas” –expresa. A falta de recursos, los niños, entre ellos Eloy, sustituían el bate con un palo de mezquite, previamente tallado con sus manos, y la pelota era atrapada al salir disparada del estadio de Caborca.  “Eran días felices…”, evoca.

 

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